La etapa no la conoces.
Y no la conoces porque la educación tradicional no te la enseña, la mayoría de personas nos quedamos estancadas en la lectura léxica, con un ritmo de lectura medio.
Nadie nos dice nada, pensamos que ya hemos alcanzado el tope y tiramos para adelante con ello…
Y ahí, justo ahí, la lectura se convierte en algo tedioso para mucha gente.
Esto nos ha pasado a todos, así que no te voy a engañar.
Cuando era más joven, no había momento más aburrido que sentarme delante del escritorio, sacar una montaña de apuntes de la mochila y plantarlos encima de la mesa.
Me pasaba tardes enteras tratando de leer un libro y mirando el reloj cada cinco minutos.
Me distraía mirando por la ventana, me desconcentraba con el teléfono móvil, y no te digo nada cuando intentaba repasar mentalmente la última página que acababa de leer y, ¡no me acordaba!
¡Qué sensación tan frustrante cuando tenía que empezar de nuevo…!
Pero esto no acabó aquí.
Sí.
La cosa se pone peor.
Cuando empecé a trabajar, de un modo y otro, tenía que seguir leyendo para realizar mis tareas, para seguir formándome como experto en nuevas áreas y para conseguir ser profesor y lograr un mejor trabajo.
¿El problema? La exigencia del trabajo, los estudios y la vida en general, provocaba que la lectura no fuese nada productiva.
Leía, pero a marchas forzadas, midiendo las horas para encontrar el momento de estar con la familia, los hijos y los amigos.
¿Te suena de algo?
Al final, esto nos pasa a todos: nunca encontramos el momento para leer y, cuando lo hacemos, leemos a marchas forzadas, nos cuesta concentrarnos y lo terminamos asociando como una actividad aburrida.
El resultado es que muchas veces no nos acordamos ni de la mitad de lo que hemos leído.
Pero, ¿sabes qué? Para mí, hace muchos años, esto no era un problema. Lo veía como algo normal porque, total, todo el mundo lee igual, ¿no?
Si intentaba leer más rápido, no me iba a enterar de nada…
Pues NO.
Estaba muy equivocado.